Texto extraído de una conferencia del Dr. Fermín Moriano, discípulo de Hamer
El es radiólogo y hace tomografías computadas y nunca ha visto en el cerebro una señal de nada. Todo sabemos que el cerebro dirige todas las funciones del cuerpo, sin embargo esto no es tenido en cuenta por la medicina tradicional, lo olvida sistemáticamente. Todos sabemos que el cerebro controla las funciones de todos los órganos, de todos los tejidos y que está conectado con todas las células. Es más, la medicina admite que una célula, sólo una célula, es capaz de recibir un orden de 55.000 estímulos bioquímicos simultáneos a través de neurotransmisores. Sin embargo la medicina clásica sólo conoce un orden de 20. Pero en cuanto a estímulos bioeléctricos es incalculable la posibilidad que tiene una célula de recibir información simultánea. Sin embargo no se tiene en cuenta este flujo de información y continúan investigando sobre la célula, que si los oncogenes, que si la célula hace, que si la célula deshace como si la célula fuera un ente aislado del resto del organismo que llevara su propia vida y se mantuviera completamente ajena a las órdenes cerebrales. Hamer sabe que eso es incierto y desarrolla el principio de relación psiquis-cerebro-órgano.
Todos sabemos que un estudiante a la hora de presentarse a examen puede tener una colitis. Todo médico diría que es normal y que es producto de su estado de ánimo. Si nos damos un susto nos aumenta la frecuencia cardíaca, también eso es normal. Ante una situación que nos repele se nos ponen los pelos de punta. La úlcera se llama ya úlcera de stress dando por hecho que el stress es la causa de las úlceras de duodeno. Se habla también del infarto de miocardio en las personas de riesgo que trabajan mucho.
Hasta ahí a la medicina no le queda más remedio que asumir, que admitir, y entra dentro de su lógica esa posibilidad, pero cuando hablamos de enfermedades mayores la medicina deja de lado estos supuestos y a las enfermedades antes mencionadas, las llama enfermedades sicosomáticas y que las trate el médico de cabecera o el siquiatra pero dejan a los especialistas los cánceres y las enfermedades graves que son asunto de los entendidos de la materia.
Hamer, ante la posibilidad de que el cerebro pueda dar alguna señal de lo que está pasando a nivel psíquico y a nivel orgánico, se sienta un día ante un tomógrafo que tiene en el hospital en el que es jefe del servicio y empieza a hacer tomografías cerebrales, cosa que hasta ahora no se había hecho nunca, de aquellos pacientes que tienen una patología no neurológica, no cerebral, y lo hace para, por ejemplo un cáncer hepático.
En la radiología hay unas imágenes que la medicina nunca ha sabido explicar. Son un tipo de circulitos dispersos por la tomografía cerebral que aparecen en lugares diversos y como la medicina nunca pudo darles explicación son considerados todavía como "artefactos", productos de la máquina, problemas de la máquina. Hamer se sentó por primera vez en un tomógrafo para ver si esos artefactos tenían algo especial que decirle en la relación causa-efecto. Y para su sorpresa comprueba que esas cien mujeres que tenían un cáncer intraductal de mama tenían un redondelito de esos, un artefacto en la misma zona del cerebro que paradójicamente es la zona del cerebro que rige la mama izquierda. Pero si analiza los pacientes que tienen un problema de riñón encuentra que todos, absolutamente todos, tienen un artefacto en una zona del cerebro que paradójicamente es la zona del cerebro que rige el riñón. Tanto es así que descubre una cartografía, añade una cartografía nueva al conocimiento médico. Comprueba que eso que se llamaban "artefactos" no son artefactos sino la señal cerebral de lo que está ocurriendo a nivel psíquico y a nivel orgánico.
Es así que se fue a la Siemens que es en Alemania la empresa más grande que produce tomógrafos y todo tipo de aparatos de radiología. Al entrevistarse con el jefe de ingenieros de la Siemens y plantearse lo que acababa de descubrir, y éste le dice: Pues mire no está Ud. muy alejado de lo que nosotros pensamos porque nunca hemos creído que esas imágenes fueran artefactos, la máquina no puede producirlos. Pero como la clase médica no puede explicarlos y nosotros tampoco se sigue sosteniendo que lo son. Pero podemos salir de dudas, podemos crear un protocolo y durante seis meses vamos a estudiar con dos máquinas diferentes para ver si son realmente artefactos o están en la cabeza del individuo.
El protocolo es muy sencillo y la manera de investigarlo es tremendamente fácil y hoy puede hacerse en cualquier servicio de radiología. Si el artefacto lo está produciendo la máquina y la máquina lo produce en una determinada dirección en relación a la cabeza del paciente giremos la cabeza del paciente. Si la imagen se produce ahora en el mismo lugar anterior estaríamos frente a un artefacto. Si la imagen se mueve junto con la cabeza del paciente es porque el objeto está en la cabeza y no es producto de la máquina. Si repetimos la experiencia con otra máquina diferente y ocurre lo mismo habremos llegado al resultado buscado. Lo que se había planeado como un protocolo para seis meses en dos meses quedó resuelto.
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